domingo, 4 de septiembre de 2011

Reacción (alerta de espoilers).



Lo primero que pienso cuando empieza es: “¡Ey, hola, Boromir!”

Sean Bean y un caballo. Probablemente acaban de discutir.

Pero no, no es el Señor de los Anillos. Aunque la principal diferencia entre los personajes sea que el tal señor Eddard (como Edward pero mal escrito) Stark luce sobre sus fuertes hombros (esculpidos a fuerza de pasear por la Tierra Media) lo que parece un oso de cuatrocientos kilos.

La historia se gana mi simpatía cuando aparece la primera cabeza cortada, pero la cosa es que, a lo largo de la hora que dura, hay más rebanamientos* de yugular de los que puedo contar. Y eso desconcierta. ¿Qué intentan decirnos?

Aunque, en mi modesta opinión, aparecen demasiadas tetas, los creadores tienen consideración con nosotros, los amantes de un buen semental hipermusculado y potencialmente abusivo, y añaden esto:

Viólame con dulzura.
 
(Y además tiene el pelo largo. ¿Qué más quieres?)

Añada una pizca de sodomía y una cucharada sopera de intento de asesinato a un niño y el resultado es el primer episodio de Juego de Tronos.

Mola.

Mucho.

Ah, y los paisajes, son increíblemente preciosos.


Melodía en mi cabeza: Esta canción.
Comida en mi estómago: Tortitas americanas, porque son muy sanas. Y me gustan los pareados.

Imagen en mi retina: ¿Qué clase de pregunta es esa? Por dios, mira la imagen de arriba y dime si tú puedes pensar en otra cosa.



*Según el DRAE, rebanamiento no existe. Que se jodan, no haber incluido almóndiga.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Hey, ¡cuánto tiempo!, ¿has perdido peso?


Querida Interné:

Que no te engañe mi repentina aparición por estos lares. No es que mi vida se haya vuelto interesante de repente, pero me aburro y me gustaría hacer otra aportación irrelevante al ya de por sí patético blog que hace meses que ni siquiera abro. Sin más dilaTAción (dios, como odio a la gente que hace eso), procedo a hablar de mi día:

Después de levantarme con gran esfuerzo a las respetables diez de la mañana, desayuné y restregué mi cráneo para quitar toda la grasa que había decidido hacer de mi cuero cabelludo su cuartel general (también lavé el resto de mi cuerpo, sin tanta intensidad).

No entiendo por qué, pero terminé viendo más de una hora de Cadena perpetua, película descrita por mi hermana como “un crimen contra la naturaleza: ¿a qué guionista se le ocurre meter a Morgan Freeman en la cárcel?”.Y yo estoy de acuerdo.

Cuando conseguí reunir fuerzas (aparentemente, dormir nueve horas la noche anterior no es suficiente para mí), marché hacia mi aventura de hacerme la tarjeta sanitaria europea. Durante mi particular cruzada no sucedió nada que merezca la pena contar* excepto que caminé durante tanto tiempo bajo el sol que perdí, como mínimo, dos gramos (0.004409 lb, para mis lectores internacionales).

Luego fui a una tieda a comprar leche condensada** y esta fue mi conversación con el dependiente:

Él: Dos setenta y cinco, mi amor.
Yo: Hmm. (Le doy el dinero (porque soy yo de pagar, ¿sabes?))
Él: Hasta luego, mi niña, guapa. (Sonrisa demoníaca)
Yo: Hmm... Hasta luego.

Coclusión: el tío ese (que, por cierto, tiene más o menos mi edad, o sea, que no es una señora de ochenta años) piensa que soy retrasada.

Esta tarde el cielo se ha abierto y Dios/Alá/MonEsVol ha mirado hacia abajo y me ha sonreído, porque en CanalPlús han puesto ¡TRES PELIS DE ZOMBIS SEGUIDAS! Amigos, me he tragado La tierra de los muertos vivientes, El diario de los muertos y El amanecer de los muertos (el remake de Snyder) seguidas, sin apenas tiempo para mear en medio y con una entrada estelar de mi madre en la última enumerando en voz alta las razones por las cuales un bebé zombi es lo más absurdo del mundo.***

Mis hermanos han recolectado todas las almohadas de la casa (que, teniendo en cuenta que somos diez en casa, son muchas) y han hecho de nuestra escalera un maldito tobogán por el que se han dedicado a deslizarse y lanzar peluches y guitarras de tres cuerdas. Condenados críos.****

Siento esta mierda. ¡Hasta otra (mierda)!


Melodía en mi cabeza: Down With the Sickness, versionada por Richard Cheese.
Comida en mi estómago: Deliciosas nueces cubiertas de chocolate y cocacola.
Imagen en mi retina: Ésta.





*Si tienen ustedes alguna duda sobre la veracidad de esta afirmación o la clase de cosas que yo considero dignas de ser contadas, recuerden que acabo de poner de relieve que me lavé el pelo esta mañana.
**Porque puedo.
*** El hecho de que los muertos vuelvan a la vida le parece normal, pero que un bebé infectado con el virus no se coma la placenta de su madre masticándola con las encías le parece poco realista.
****La frase me recuerda a Daniel el travieso. No se me ha ocurrido más que ponerla en Google entre comillas para ver si tenía algo que ver y la segunda página que sale es esta. Ojéenlo y podrán deleitarse con fragmentos elocuentes y tan poco repetitivos como este:

Hacía tiempo que no tenía un número nuevo de “Varitas Calientes”.
Siguiendo con los ojos el movimiento en la página de dos magos que se besaban y toqueteaban en inicio de “algo más”, Filch sintió como otra “varita” se despertaba dentro de sus pantalones. “Agitar un rato la varita” sin duda le ayudaría a relajarse un poco antes de volver a limpiar aquel estropicio en la torre de Astronomía.


No creo que me apetezca seguir viviendo en este planeta.